En torno a la prevención de enfermedades
Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg
La prevención es verdaderamente un anhelo, y los ejemplos de las vacunas son convincentes. Lamentablemente
no hay muchos ejemplos que se acerquen a esta forma de protección específica, pero ello no excluye el valor
del concepto.
La aplicación más amplia de la idea para abarcar no sólo la posibilidad de evitar enfermedades sino también
complicaciones y secuelas ha acentuado su significado, pero al margen de los desenlaces, todo mundo acepta
que el énfasis debe estar en la anticipación, en la posibilidad de actuar tempranamente. Muchas de las
acciones que hoy en día hacemos son, sin duda, tardías dentro de la historia natural de las
enfermedades.
Muchas enfermedades, hoy día, no provienen de agresiones del medio ambiente o del ataque por
microorganismos, sino de la propia conducta, resultado del comportamiento a lo largo de la vida. Por
ejemplo, el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, también se incluyen la manera de alimentarse, de
utilizar el tiempo libre, de ejercer la sexualidad, etc.
Hoy se hace énfasis en el estilo de vida como contribuyente de las enfermedades, y muchas de las estrategias
preventivas que se recomiendan tienen que ver con la modificación del estilo de vida: dejar de fumar, beber
moderadamente, llevar una alimentación balanceada, hacer ejercicio con regularidad, etc.
Todo esto parece razonable y se prevé que puede ser eficaz. Sin embargo, tiene que reconocerse que todas
estas recomendaciones nos limitan, por ejemplo, los alimentos, las bebidas, o el aprovechar el tiempo como
uno quiera.
El filósofo Bensaid se refería a la prevención como: “el sacrificio de las libertades por una probabilidad
estadística”, porque finalmente no se pueden garantizar resultados a pesar de una vida totalmente
disciplinada. Además, lo que se logra es cambiar la causa de la muerte; que en lugar de morir del corazón se
muera de cáncer. “Al que no fuma y no bebe vino, el diablo lo lleva por otro camino”.
Por otro lado, aunque los cambios en el estilo de vida fueran verdaderamente eficaces, son bastante
difíciles de lograr, ya no en la población, sino en los individuos. Tienen que ver con la convicción que se
tenga, con la ponderación que las personas hagan de estos cambios conductuales, con la posibilidad de que
verdaderamente los incorporen como un valor y que los defiendan, no tanto con la obediencia de las
instrucciones del médico o de la autoridad sanitaria. Se relaciona con la filosofía vital de cada uno.
En un extremo está quien se cuida ahora para tener una mejor vida en el futuro, y en el otro quien disfruta
hoy de la vida considerando que el futuro es incierto. Es siempre un poco más fácil lograr el apego a un
cierto fármaco, siempre y cuando no tenga efectos colaterales ni sea muy costoso, como la aspirina a dosis
bajas o los antioxidantes, aunque estos últimos no han demostrado que son capaces verdaderamente de
prolongar la vida o mejorarla, aunque tengan efectos in vitro que pudieran sugerirlo.
La salud es una responsabilidad colectiva que empieza con el individuo. Cada quien es responsable
mayoritario de la propia salud, y lo que el personal sanitario tiene que hacer es ofrecer información
verídica y suficiente para que cada quien tome sus propias decisiones.